Los que somos de familias pequeñas disfrutamos más cuando los planes implican a un grupo numeroso de personas. O eso creo yo. Supongo que es la novedad. Así que un fin de semana que reunía a diez adultos y nueve niños en la montaña nos parecía un planazo que llevábamos con ganas de disfrutar desde antes del verano. Un planazo con el que nos lo hemos pasado bomba y que ya estamos deseando repetir. Normalmente, no incluyo tantas fotografías pero me ha costado elegir de entre las tantas que hicimos. ¿Quieres verlas?
La Residencia de Tiempo Libre está en plena Sierra de Albarracín, en un entorno espectacular. A unos pasos, se puede ver el río de piedra más grande de Europa, entre pinares. Cada estación en la zona, debe tener su propio encanto pero, viendo el paisaje desde la carretera, pensábamos que no podríamos haber elegido mejor el momento porque los amarillos intensos, rojos vibrantes y verdes rotundos, bajo la luz dorada del otoño, eran realmente impresionantes.
Cuando llegamos, ya estaba anocheciendo lo que no nos impidió salir a dar una vuelta por los alrededores en la que encontramos ciervos, setas… y nos orientamos con la salida del sol porque, viendo el entorno, se me ocurrió que podría ser una experiencia genial levantarse al amanecer para fotografiar esas primeras luces del día.
Normalmente odio madrugar. Pero el año pasado Álvaro Sanz me animó a dar la bienvenida al verano de esa manera y, desde entonces, si viajo, intento salir temprano para captar el alba. Me impresionó tanto aquella primera vez que no dudo en repetir siempre que puedo implicando incluso a mi familia, que ya están acostumbrados a esta peculiar afición mía. Al resto del grupo le debió parecer un poco extravagante porque no conseguí convencer a nadie de que se uniera 🙂 Pero el resultado, mereció la pena.
Debo reconocer que estaba un poco preocupada por nuestras botas de montaña recién estrenadas y la falta de experiencia, ya que era la primera vez que andábamos por el monte en familia, y con un grupo tan grande. Pero me sorprendió gratamente la capacidad de disfrute de los niños, cómo se fueron adaptando al camino (que no era un paseo fácil en algunas ocasiones) y lo que se divertían observando detalles que les íbamos señalando.
El paisaje es impresionante, no me canso de decirlo. La ruta del estrecho del Río Blanco nos maravilla pensando en el poder del agua para labrar el Cañón de Los Arcos. El Moricacho, la Presa de los Ahogados, el Puente de la Toba, escalerillas y pasarelas que llevan, si sigues un poquito más, al Molino de las Pisadas donde, dicen, el diablo se apareció a un pastor, dejando allí sus huellas. Poco más de seis kilómetros que nos dejaron con ganas de más… aunque las agujetas se notaran (y mucho) al día siguiente.
Por la tarde, sin pensarlo y aunque lloviznaba, nos plantamos en Albarracín. Pero eso, te lo cuento otro día. Y a tí, ¿te gustan estas rutas en plena naturaleza? ¿Conocías esta zona? ¿Me propones otras? Porque, visto lo visto, no va a ser la última senda que hagamos. Cuéntame.
8 comentarios
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[…] bien abiertos y la cámara a punto para no perdernos nada del Mediterráneo, para maravillarnos con el otoño en Albarracín y para recorrer las calles de uno de los pueblos más bonitos de […]
milfordstreet
18/10/2015Wonderful images.
Ana Martin
19/10/2015Thank you! Glad you like them!
maria
18/10/2015El monte ofrece una gama de colores impresionante y más en esta época del año, merece la pena madrugar un poquito para disfrutar de la naturaleza y aprovechar a tope el tiempo. Y si encima te vuelves a casa con estas imágenes se puede decir que el fin de semana ha sido un éxito. besos
Ana Martin
19/10/2015Tienes razón. Odio madrugar pero me levanto sin problema para fotografiar el amanecer. Es curioso. Pero la luz es tan increíble… Ha sido un fin de semana muy bueno, es verdad. Me alegra compartirlo contigo. Un beso