CUANDO EN CUARTO DE CARRERA TE DAS CUENTA de que lo tuyo no es el cine (ni la televisión, ni la radio, ni el vídeo) es una especie de tragedia. Tras el pánico inicial, me volví hacia la fotografía. Y hasta hoy.
Me fascinó la historia de Niepce y Daguerre, tengo una pequeña cámara oscura y aún recuerdo cómo se revela en un laboratorio analógico (y la oscuridad, la luz roja y el olor de los químicos). Aprendí a usar Photoshop con una versión tan antigua que mejor no la digo. He dado clases de fotografía en la universidad, he trabajado en edición gráfica, he tenido en mis manos enguantadas placas de cristal de hace cien años y positivos originales de fotógrafos muy grandes. Y hasta he colgado algunas de ellas en una sala de exposiciones.
NO RECUERDO UN MOMENTO EN EL QUE NO HAYA TENIDO UNA CÁMARA CERCA y, así y todo, no he tenido equipo fotográfico hasta hace poco, suelo disparar y editar con mi móvil. No soy de las que dan demasiada importancia a la tecnología. Abrí el blog como una ventana a través de la cual mirar los detalles de las cosas a mi alrededor y recuperar mi afición por la fotografía. Objetivos cumplidos, creo. Y aquí sigo. Haciendo una foto cada día. O casi.
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